La sortija de oro.

La sortija de oro

Por Víctor del Rosal Ahumada / www.redw8.com

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que ya no tengo fuerzas. Me dicen que no sirvo para nada, ¿cómo puedo mejorar?, ¿qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…

Y haciendo una pausa agregó:

-Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-Encantado, maestro -titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien -asintió el maestro, que se quitó una sortija que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y se lo dio al muchacho- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender esta sortija porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por ella la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó la sortija y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer la sortija a los mercaderes. Éstos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por la sortija. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un sortija.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y otra de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, por lo que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.

-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor de la sortija.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro- debemos saber primero el verdadero valor de la sortija. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender la sortija. Pregúntale cuánto te da por ella. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi sortija.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó la sortija a luz del candil, la miró con su lupa, la pesó y dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si la quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su sortija.

-¿58 monedas?! -exclamó el joven.

-Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener cerca de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este sortija: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a colocarse la sortija.

(Cuento Zen)

 

* * *

¿Quién no quiere ser aceptado, querido, bienvenido? Pero muchas veces esta necesidad saludable de formar parte de una sociedad o grupo puede devenir en una obsesión por la aprobación. El miedo a no ser aceptado representa para muchos una barrera que obstaculiza el vínculo con otros, en lo personal o laboral. La necesidad de aprobación puede provocar serios conflictos internos, aislamiento y hasta depresión.

¿Qué hacer para sobreponerse a la búsqueda incesante de aprobación?

1. Toma las opiniones de los demás por lo que son. ‘La belleza radica en la mirada de quién observa’. Date cuenta que las opiniones de los demás sobre tu valor como persona, son subjetivas y relativas. En cada comentario usualmente van ‘endosadas’ las inseguridades y miedos del emisor. Finalmente cada comentario no es mas que la proyección de quien habla, porque sólo es posible transmitir lo que hay dentro.

El psicólogo peruano, Luis Venegas, afirma: La necesidad de aprobación de los demás equivale a decir: ‘Lo que tú piensas de mi es más importante que la opinión que tengo de mi mismo’. Una opinión es una visión parcial del mundo, en este caso tu mundo. Puedes agradecer los comentarios de los demás, pero puedes tomar la decisión de no creerlos. No creas ni aceptes como verdad todo lo que oyes.

2. Forma una opinión sana de tu persona.La terapeuta Georgina Arteaga Carlebach afirma: ‘la autoestima se basa en una estructura formada por tres componentes: pensamiento, sentimiento y acción; lo que tú pienses sobre ti mismo se presenta como realidad.’ Mentalmente hemos formado la idea del personaje que debemos interpretar en la película que es la vida. Re-escribe el guión para que sea un papel más sano, equilibrado, amable, que en lugar de atormentarse, se acepte y se quiera.

3. Demuestra tu aprecio a los demás. Anima a otros con tus palabras y acciones. Si tienes que ofrecer una crítica, házlo constructivamente. Regala tú el aprecio que estás buscando. Una sola palabra o un solo gesto puede ser la chispa de aliento que alguien necesita para despegar en su vida o en su carrera.

Finalmente, te aseguro que ya traes puesta una ‘sortija de oro’ que vale 58, 70 o más monedas de oro. Por eso, no aceptes sólo una.

Por Víctor del Rosal Ahumada / www.redw8.com

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